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Con la primera luz del día el rocío
cubre las telas de araña de los matorrales, su brillo sirve
de guía para encontrar la llegada.
Ahí van y vienen, esto da para mucho y tiempo más. Desde la temprana, a la grupa con paso lento y otros al trote, dan sosiego al cuerpo en el festejo que llena el alma onubense. Almonte se viste de gala para recibir a los romeros que llegados de todos los puntos de España , hermandad y Sin-pecado, confluyen junto a la marisma. Es su destino la Blanca Paloma, ofrenda de una generación tras otra y de un fervor que crece cada año. Caballo y jinete se funden , lenvantan el polvo del camino, la aldea recobra vida Dra. Abad |
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