Es importante, a la hora de enjuiciar la obra
de un artista, indagar cual ha sido su trayectoria. En sus paisajes actuales los cielos se enfurecen, se diría que incluso emiten sonidos como si en el espacio se libraran sordas batallas. Por el contarrio, a "ras de suelo", se nos muestra la vida apacible que transcurre en un medio rural: campos desnudos que Moncholc cubre de colores tibios y cálidos, orillas que verdean junto al agua, y siempre la figura humana, labradores en el surco, parejas de enamorados junto al árbol del bosque, la ancianidad camino de una ermita desierta... Moncholc es granadino y su tierra, exhuberante, depositaria de una gran tradición en la "magia" de lo sensual. Desde hace dos años vive en tierras de Extremadura. Ello ha contribuído, sin duda, a temperar el apasionamiento del color y se ha hecho menos vertiginosa la pincelada. Los paisajes que contemplamos son exponentes de una ordenación firme del espacio compositivo. Establece el pintor en muchos de ellos una escala ascensional de horizontalidades de manera que aparecen en perspectiva las tierras y el hábitat rural. Aquí el pincel menudea y salpica la materia ciñéndose a transcribir una realidad envuelta en poesía. En la línea de horizonte y de apertura al espacio salta de nuevo la pincelada abrupta, el colorido intenso y violento embebido en una materia secretamente trabajada, de textura tersa, brillante y consistente. En el momento actual coexiste en su pintura un expresionismo de matiz surreal, de un lado, y el realismo poético e incluso ingenuista, del otro. Las dos corrientes se avienen a un pacto de equilibrio del que se puede esperar, dada la seriedad con que afronta Moncholc la vocación de pintar una evolución ascensional como hasta ahora viene poniendo de manifiesto. En esta
misma exposición que comentamos se
ofrece una serie de pequeños formatos,
mejor dicho, de miniaturas. Aquí la pincelada pone el toque
preciso en trazar la filigrana
de un paisaje que es fiesta colorista. Buen ejercicio
para concretar y frenar impulsos que nacen de un subconsciente
complejo y emotivo, propenso a surcar
espacios en libre e inquietante movilidad.
Rosa Martínez de Lahidalga
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