Lo que más sobresale
de la obra de Moncholc es su fantástico colorido. Sus
verdes esmeraldas son vivos, resplandecientes,
lo mismo sus violetas, sus azules y rojos como mares profundos y
llamas. Sus tonos con reflejos y brillos, con calidad de piedras preciosas de esmalte, vibran a la luz, y sus sorprendentes y valientes composiciones producen una mezcla de deleite y placer, son obras que cautivan, personal y único, esta fuerte y extraña cromática, combinada con sus figuras, gnomos, meigas, duendes o hadas, árboles milenarios o soñados, son las características de este gran artista granadino, que destaca cada vez más por su fuerza e inédita personalidad de extraña belleza. Conchita de Kindelán
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