Son dos paredes las que definidas en arcos
y ventanas, entre madera y azulejos, se enriquecen y bastan
para sustentar la actividad frenética de los cargos electos
por libre designación, oposición o votación cuatrienal
de los ciudadanos de esta gran ciudad que fue.
Ya se ha olvidado el tiempo en que
esta labor era desinteresada en
concejales y alcaldable, sólo
permanece la fuente, no sé si con aires
frescos, sí con unas cuantas macetas en el intento de hacer permanecer
el maltrecho anuncio de patio
andaluz, que hasta roedores tenía,
¡ Ahí es ná!.
Nada que ver la veleidad de
los comportamientos de los cargos públicos
con la belleza y el arte.
A traspiés con el tronco, quisieran
las hojas de su magnolio y
las flores venirse a nuestra
solapa y, embriagados de aroma, mezclarnos
con la luz y el agua que suena a Andalucía.
Dra. Abad
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