De río Darro. En
la Sierra de Harana, transita, en veintidós
kilómetros, por la ciudad de Granada, y nos
recuerda su origen en el Neolítico,
momento de esplendor de las pinturas
de la Cueva del Agua. Son hombres
de múltiples brazos y animales
desconocidos, ausentes a nuestra mirada. Le vemos
en una encrucijada, entre edificios remozados, arbustos
en flor y árbol de hoja caduca. Invierno
que se acaba, calle desierta, cielo intenso
que nos acerca al aroma violeta
de la ciudad.
Ahora descubro su singularidad, construcción
y río junto a la naturaleza indómita,
solos.
La existencia del ser humano
y su presencia nos la
oculta, en otro tiempo no era así.
Fuente de ingresos, muchas personas
en su orilla recogían las pepitas
del oro arrastrado y sedimentado.
Cuentan hoy que algunos siguen con la tradición
ante el sueño acariciado de la riqueza que no llega
o por nostalgia, quien sabe.
La contaminación nos deja muestra de la actual
civilización, el árbol podría marchitarse
por el vertido y este paisaje cambiará con el
paso del tiempo superando el instante en el que se
hizo. Es un recortable que nos
hacía breves las tardes de infancia. Un mundo de fantasía detrás
de las ventanas que une el presente con nuestros sueños
ahora recordados.
Dra. Abad.
|